UEBERHOLZ, HERMANN

 

Hermann Ueberholz: espacios para la luz infinita

El artista trabaja con la luz, creando espacios y objetos propicios para recibirla y para estudiar sus efectos estéticos

Vicente Valero 19.02.2010 | 12:12

A Hermann Ueberholz le gusta decir que ha vivido siempre en casas que él mismo ha construido. Sólo de su primera casa, de su casa natal, no puede decirlo, por supuesto, aunque fue su padre quien la construyó...

Nació y creció, por tanto, en un ambiente donde se respiraba arquitectura y su destino parecía bastante claro: convertirse en arquitecto. Pero ya entonces la pintura estaba muy presente en la vida de este polifacético artista alemán y su deseo de convertirse en pintor se unió al deseo del padre de que siguiera sus pasos como arquitecto: en la Universidad de Stuttgart se formó en ambas disciplinas.

Hermann Ueberholz nació en 1925 en Barmen, municipio de la ciudad de Wuppertal, en el land de Renania del Norte-Westfalia y, tras completar sus estudios en Stuttgart, pasó a trabajar en el estudio de su padre. Como arquitecto es bien visible en sus construcciones la influencia de la Bauhaus, no solamente por su estilo funcional, sino también por su voluntad integradora interdisciplinaria, con diseños de muebles y otros elementos decorativos de aparente sencillez. En realidad, podría decirse que en Ueberholz la arquitectura, la pintura y la escultura nacen de un mismo impulso artístico, se revelan como expresiones no muy alejadas entre sí, complementarias.

Desde un drugstore en Düsseldorf hasta un hotel en Wuppertal, desde la reconstrucción de una iglesia barroca en Barmen hasta su propia casa en Cala Salada: su principal axioma, en una larga trayectoria de proyectos de arquitectura, parece ser siempre la luz, la llamada y llamarada de la luz. Son construcciones pensadas en casi todos los casos para recibir la claridad: son por tanto construcciones donde el cristal es protagonista.
«La Bauhaus –afirma con buen humor Ueberholz– hacía ventanas, pero sólo las necesarias. Yo, en cambio, hago siempre más de las necesarias».

La Casa de la Luz, construida hace quince años –cuando Ueberholz ya había dado por terminada su profesión de arquitecto– es el nombre de su vivienda en Sant Antoni, en una altura de Cala Salada, con espectaculares vistas al mar y al islote de la Conejera, con vistas también, por tanto, a las mejores puestas de sol posibles. Y sin embargo, la simplicidad de su formas es lo primero que llama la atención del que la visita por primera vez.
Simplicidad funcional, exterior e interior, al servicio de aquello que su arquitecto-artista más aprecia: la luz.


Arte y paisaje

Para llegar a la Casa de la Luz hay que recorrer un camino que se encuentra, desde el principio, lleno de esculturas. Este territorio, pensado y trabajado por Ueberholz casi desde su llegada, y al que ha decidido llamar Parque Cala Verde, abierto siempre para cualquier visitante, es una combinación perfecta de paisaje y arte.

Las esculturas, más de cien, que el artista alemán ha escogido para este lugar, son, en general, creaciones alegres, llenas de color, realizadas con objetos de desecho, desde llantas de neumático a bombonas o depósitos. No son las únicas esculturas de Ueberholz que pueden visitarse en Sant Antoni. Desde hace algunos años, algunas obras suyas permanecen sólidamente expuestas en diversos puntos del pueblo: en Sa Punta des Molí y en el paseo que lleva hasta allí, en la ronda de Cala Gració...

Las esculturas del camino de su casa, divertidas algunas, otras más sobrias, acompañan al visitante hasta la casa misma, que alberga no sólo un rincón del mundo privilegiado por la belleza natural, sino un sorprendente museo particular de arte propio.

Con un orden extraordinario, casi estremecedor, en espacios pulcros y confortables, con vocación laberíntica, Ueberholz conserva buena parte de su obra pictórica: desde la creada en sus inicios, basada en el dibujo y la figuración paisajística, hasta la que contempla su paso por la abstracción más radical.

Son obras que, por su gran número, acogen diferentes etapas y estilos, y muestran al pintor que Ueberholz ha sido –porque ya ha abandonado definitivamente la pintura–, un pintor de gran sensibilidad, con un tratamiento delicado del color, imaginativo y profundo, pero también con una especial dedicación en el estudio del blanco, del que dice que representa siempre «sosiego, optimismo, reflexión», tanto en la pintura como en la arquitectura.

Muchas de estas obras que hoy se encuentran ordenadas y cuidadas con esmero en los diferentes cuartos y sótanos de la casa pudieron verse alguna vez en galerías y museos de Europa (Polonia, Dinamarca, Inglaterra, Holanda, Italia, Suecia y, por supuesto, Alemania) y también más allá de Europa (EE.UU, Sudáfrica, Turquía...). Especial recuerdo conserva su autor de la exposición en Polonia, en 1958, cuando por primera vez, desde la finalización de la segunda guerra mundial, un grupo de artistas alemanes expuso en un país del Este, concretamente en las ciudades de Varsovia y Cracovia.

Aunque su relación con la isla empezó en 1978 y vive en Sant Antoni desde hace quince años, lo cierto es que Ueberholz ha realizado sólo dos exposiciones en Eivissa, ambas en Sa Punta des Molí, un lugar muy querido por él, ya que él mismo propuso en su día al Ayuntamiento que convirtiera aquella casa olvidada en un espacio para el arte. También propuso crear un paseo que sirviera para poder llegar cómodamente hasta allí desde el pueblo. «Aunque al principio no me hicieron mucho caso –recuerda ahora con una sonrisa–, la verdad es que al final se ha cumplido».

Su primera exposición fue en el año 2000. En aquella ocasión mostró un conjunto de creaciones pictóricas y escultóricas, especialmente sus particulares objetos acrílicos transparentes, muy presentes también en la casa del artista. También estas esculturas transparentes parecen buscar la luz, llenarse de ella.

Un año después repetiría experiencia, también en Sa Punta des Molí, pero ahora con una exposición tan atípica como entrañable: la muestra incluía, además de sus propias creaciones, obras de sus cuatro hijos –realizadas cuando éstos eran niños– y de su padre, el arquitecto, que también tuvo en su día alma de pintor. De éste último, Ueberholz conserva también en su casa una interesante colección de pinturas y dibujos.

El Parque de Cala Verde y la Casa de la Luz forman una isla artística dentro de la isla, como tantas otras que ya hemos recorrido. El conjunto es una creación personal con vocación universal, una creación que reúne paisaje y arte, arquitectura y memoria.

Es la creación, en definitiva, de un espacio pensado para la contemplación de la belleza. La pintura y la puesta de sol, los objetos acrílicos refulgentes y el pinar, los objetos artísticos del camino y el mar con sus islotes, la casa y los laberintos que albergan obras y más obras... Un museo vivo en el que se reconoce el pulso y la emoción del artista que lo ha creado.