URCULO, EDUARDO
Biografía[editar]
Primeros años[editar]
En 1941 los problemas económicos que
padecía la familia hacen necesario su traslado a la localidad asturiana de Sama de Langreo, que ofrecía oportunidades gracias a la cuenca minera asturiana.1Tras unos cortos
estudios medios iniciados en 1948 y abandonados cuatro años más
tarde, se ve obligado por las circunstancias familiares a ponerse a trabajar
como ayudante de topografía en una empresa
minera. Esos años hicieron nacer en Eduardo el interés por el dibujo y le permitieron
conocer la obra de pintores como Henri de Toulouse-Lautrec, Vincent Van Gogh o Amedeo Modigliani.1
En 1954 cae enfermo de hepatitis, lo cual le obliga a
permanecer en cama mucho tiempo ocupado en el estudio del dibujo y la pintura.
Cuando repuesto se reincorpora a su trabajo, inicia también una nueva faceta
como pintor, utilizando las casas, los recovecos y las calles de su villa
adoptiva. Toda la experiencia acumulada y los trabajos realizados le llevaron a
su primera exposición individual, que tuvo lugar en 1957 en el vecino pueblo de La Felguera.12
Viajes a Madrid y París[editar]
Es a partir de esta exposición y de
comenzar a dibujar cómics para el suplemento dominical del periódico asturiano
“La Nueva España” en 1957, que consigue del
Ayuntamiento de Langreo una beca que
le permite trasladarse a Madrid para asistir a
clases en el Círculo de Bellas Artes y en la Escuela Nacional de
Artes Gráficas. Este tiempo de residencia en Madrid lo emplea en
pintar el pobre ambiente de las fábricas y los suburbios con una clara
intención de denuncia e inspirado en el ambiente que ya conocía de Sama y La
Felguera. Los críticos han considerado que esta etapa en la obra artística de
Úrculo es una etapa de “pintura social» o «expresionismo social».12
En 1959 Eduardo consigue uno de sus
sueños, viajar a París, donde además de recibir clases en La Grande Chaumière de Montparnasse, pudo visitar los grandes museos
y exposiciones de arte de la capital francesa. Es en este momento cuando expone
su obra “Mineros de Asturias” en París.12
Consolidación[editar]
De vuelta en Oviedo en el mismo año
1959, conoce a Jesús Díaz Zuco, con quien comparte un estudio en Oviedo y
trabajan juntos en obras tales como el mosaico en gresitte de 35 metros
cuadrados para la empresa Alsa. También en 1959 participa en una exposición
colectiva al aire libre, celebrada en La Escandalera de Oviedo por el grupo La
Estrada en la que participan también María Antonia Salomé, Merche Gómez Morán,
Jesús Díaz y Adolfo Bartholomé.
En 1960 tiene que hacer el entonces
obligatorio servicio militar, lo cual le supone conocer primero el Sahara Occidental y después
las Islas Canarias, donde conoció y trabó amistad con el artista surrealista Eduardo Westerdahl, que además le influyó a la hora de pintar una serie
de obras abstractas que constituirán las únicas de su carrera.12
En 1961 expone en Marbella y conoce a Jean Cocteau, y también participa
en la muestra Testimonios del arte abstracto que organizaba Eduardo Westerdahl
en el Círculo de Bellas Artes de Tenerife.2
Ese mismo año regresa a Madrid donde
trabaja en la sección de fimlets de los estudios Moro. También viaja nuevamente
a París donde coincide con Maud y Westerdahl, conociendo a Alberto Giacometti, Man Ray y Max Ernst en una
exposición de Tal Coat en la galería Maeggth.2
En 1963 expone en la Galería Quixote y
regresa a Madrid, donde se dedica a ilustrar cuentos que se publican en
la Revista Triunfo y a realizarla escenografía de la obra teatral de Lauro Olmo, “La Camisa” que se estrenó
en Gijón interpretada por
el grupo de cámara La Máscara.2
En febrero de 1962 volvió de nuevo a París, donde
volvió el expresionismo figurativo y a los temas de fondo social que le habían
caracterizado en sus inicios.1
Se casó en primeras nupcias con la
francesa Annie Chanvallon, con quien tuvo un hijo, Yoann.1
Evolución pop[editar]
En 1966, tras una crisis creativa que le supone el
abandono de la «pintura social», se instala en Ibiza.12
Esta fase crítica termina cuando en un
viaje que realiza en 1967 por el norte de Europa, cuando expone en Copenhague, viaja a Alemania, Dinamarca y Suecia. Es entonces cuando
descubre la obra de Andy Warhol, Roy Lichtenstein y Robert Rauschenberg entre otros, de modo que el nuevo lenguaje
creativo que buscó en Ibiza lo encontró en Suecia1 y tiene también sus
primeros contactos con el pop-art americano, exponiendo en San Francisco (California) y más tarde en
Oviedo (en la galería Benedet).2
En 1968, participa en la Primera Bienal de la
pintura asturiana celebrada en Gijón. Vuelve a Madrid en el mismo año, mientras
que en 1969 expone en Frankfurt y en la galería
Altamira de Gijón; participa también en la muestra colectiva Figurative
painters in Spain Today que recorre los Estados Unidos.
En 1970, realiza una colectiva con sus amigos
Eduardo Sanz y Alberto Gómez, en la Galería Ivan Spence. También participa en
la Bienal Hispanoamericana de arte, pero su obra es retirada en
Medellín-Colombia por considerarla un atentado a la moral y a las buenas
costumbres.2
Entra a partir de este momento a seguir
las pautas del pop art, abandonando para ello el óleo por el acrílico y comenzando a utilizar una
paleta de colores mucho más cálida, aproximándose al mundo de la publicidad y
el cómic. Temáticamente se produce una evolución siendo el centro el cuerpo
femenino, tanto entero como fragmentado y representado sugerentes posiciones,
lo cual hizo que se considerar esta etapa de su creación artística como la
“época erótica”.1
En 1975 y al tiempo que su mujer está
embarazada, Eduardo amplió y enriqueció su repertorio iconográfico con un nuevo
elemento, la vaca, que va a ser símbolo de fertilidad y maternidad.1
Años 80[editar]
En la década de los 80 la temática
cambia, la soledad del hombre moderno, la figura del viajero errabundo o la
relación del artista con su obra, son ahora plasmadas en el lienzo utilizando
para ello inquietantes personajes, que son representaciones del propio artista,
aunque con indumentarias curiosas (con sombrero) y posiciones siempre de
espaldas al espectador.1 Es esta una de las
señas de identidad de Úrculo: los viajeros, las maletas, paraguas, sombreros y
los skylines, especialmente Nueva York y sus Torres Gemelas.
En 1984 comienza a trabajar el bronce para realizar
sus primero pasos en la escultura, y que expuso en 1985 en la feria de arte
contemporáneo Arco. De este modo y con el comienzo de la década de los 90, Eduardo Úrculo, va
trabajando con mayor relevancia la escultura que la pintura (la cual, por otra
parte, no abandona nunca). Para trabajar utiliza normalmente como material el
bronce fundido, y su repertorio se llena de ciertas imágenes muy
representativas de su obra: sillas vacías, maletas, paraguas, sombreros, etc.1
De sus obras escultóricas, las más
conocidas son aquellas que pasan a ser “esculturas urbanas” de las ciudades que
las encargan, como ocurre por ejemplo con: “El viajero” (1991), en la Estación de Atocha de Madrid; “Homenaje a Santiago
Roldán” (1993), en los jardines de
la Villa Olímpica de Barcelona; “El regreso de
Williams B. Arrensberg” (1993), en Oviedo, o “Exaltación de la manzana” (1996), en el parque Ballina de Villaviciosa.1
También en sus últimos años de creación
artística se inclinó por la temática oriental, centrando el protagonismo la
figura de la geisha, la cual no es representada desnuda, como en su época
erótica, sino ataviada del tradicional kimono, el cual se utiliza como pretexto
para proyectar juegos compositivos geométricos y rítmicos.1
El 31 de marzo del 2003 sufre un ataque al corazón mortal,
cuando en compañía de su segunda esposa, Victoria Hidalgo, asistía a un
almuerzo en la Residencia de Estudiantes de Madrid.1
La crítica considera a Eduardo Úrculo
como el impulsor del pop art en España y uno de sus máximos representantes,
junto con el desaparecido Equipo Crónica.1